Tercios de Flandes


 



Los tercios, la legendaria unidad de combate de la Monarquía Española durante los siglos XVI y XVII está de moda gracias a Alatriste o a Águila Roja.
Sus eficaces tácticas fueron imitadas incluso por los famosos «grupos de combate» alemanes de la Segunda Guerra Mundial.
Impusieron su fuerza en múltiples conflictos, desde Nápoles y Milán hasta la frontera de Francia o Flandes.
De hecho fue en los Países Bajos donde protagonizaron las más célebres gestas, de ahí que en muchas ocasiones se les suela denominar, por extensión, «los tercios de Flandes».
Pero en 1643, después de empaparse tantas veces de gloria, la caballería francesa aplastó a los tercios en la batalla de Rocroi.

¿Cómo pudo ser posible?
Hay que remontarse a los orígenes de los tercios, allá en 1534, cuando fueron creados por Carlos I.
Entonces representaron la máxima expresión del talante innovador del ejército de los Austrias, una fuerza de choque de amplia autonomía, gran capacidad de maniobra y elevada potencia de fuego, basada en la acertada combinación entre armas blancas y de fuego.
Un tercio contaba con tres armas fundamentales, con sus respectivos soldados que las servían: piqueros, arcabuceros y mosqueteros.

Soldados de varias nacionalidades formaban los tercios de flandes
Los españoles eran los más apreciados por su capacidad de combate.
La llamada «revolución militar» que tuvo lugar a comienzos de la Edad Moderna, es decir el paso de la caballería feudal a la infantería, no supuso un problema de adaptación para los españoles: desde hacía siglos se había ido forjando una cultura de la guerra que enaltecía el valor militar por encima de otras cualidades, y la estructura social estaba condicionada por esos valores.
Todos los españoles, independientemente de la clase social a la que pertenecían, podían demostrar su valía personal y ascender peldaños en el ejército.
 
La vida militar también arrastraba sus pesares
Los continuos roces con la población civil que tenían que soportar el paso de los soldados, el saqueo y el robo, y en un grupo tan numeroso, la facilidad de ser blanco de las epidemias.
Los tercios protagonizaron auténticas gestas allí por donde pasaron, pero llegó un momento en que la máquina de guerra perdió fuerza, eran demasiados frentes abiertos para cualquier Estado de la época. Así pereció el glorioso ejército de los tercios; no siempre se podía triunfar contra todos.
Texto: National Geographic MARZO 2007 número 39. 
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