Ramón Gómez de la Serna


Ramón Gómez de la Serna (Madrid, 3 de julio de 1888 – Buenos Aires, 13 de enero de 1963) es uno de los genios de la literatura española y creador de las greguerías, textos breves, frases agudas y originales que rezuman filosofía, humor, sátira y pragmatismo. En palabras de Ramón: “humorismo + metáfora = greguería”. Algunos ejemplos: “La Zeta es un siete que oye misa”, “Las bellotas nacen con huevera”, “Las golondrinas son los pájaros vestidos con etiqueta”, “Nuestros gusanos no serán mariposas”, ... Jorge Luis Borges atribuye a Ramón sólo la invención del nombre pues piensa que el primero en utilizarlas fue Jules Renard (“Con una mujer, la amistad no es sino el claro de luna del amor”, “Voy al corazón de una mujer por la senda más floreada y más larga”, “Llamemos a la mujer un hermoso animal sin pelaje y cuya piel es muy apreciada”, ...). Licenciado en Derecho, comienza a publicar artículos periodísticos en la revista Prometeo. Gran viajero, funda la tertulia de Pombo que reunirá a los más ilustres intelectuales de la época. Escribirá también en La Tribuna, El Liberal, El Sol y La Voz y en revistas como Revista de Occidente, La Gaceta Literaria o Cruz y Raya. En París, en Le Cirque d'Hiver imparte una conferencia montado en un elefante y en El Circo Americano de Madrid sentado en un trapecio elevado sobre la pista. Fue uno de los tres miembros extranjeros de la Academia Francesa del Humor junto Charles Chaplin y Pitigrilli. Entre su obra de teatro podemos citar: El Rastro, Morbideces, Tapices, Senos, El Circo, Pombo, en novela corta: La Roja, La malicia de las acacias, El turco de los nardos, La hiperestésica y en novela larga: El doctor inverosímil, La quinta de Palmyra, El chalet de las rosas, El torero Caracho, La mujer de ámbar, Gran Hotel, también biografías de Goya, Azorín, El Greco, Mi tía Carolina Coronado, Efigies, Retratos contemporáneos, Nuevos retratos contemporáneos, Solana, Quevedo, Lope viviente, Valle-Inclán, ...

EL GATO QUE VUELA (De "Los muertos,las muertas y otras fantasmagorías", 1935):

Al gato que vuela no lo suelen ver más que los trasnochadores impenitentes, y eso si no pierden de vista la perspectiva de los tejados. El gato que vuela no es que vuele seguido en el cielo de la madrugada, porque entonces sería un gran murciélago, sino sólo hace una cosa: que salta de alero en alero atravesando la calle, como si volase. Como los naturalistas nunca andan por las ciudades de cuatro y media a cinco de la madrugada, no han podido anotar ese salto maravilloso –más vuelo que salto- que engatuña el cielo delirante en el entrevero de la noche y el día.